miércoles, 22 de octubre de 2014

El Kéfir.


Aunque su nombre asuste un poco, este vocablo se refiere sencillamente a una bebida hecha a partir de leche fermentada. Este hongo en forma de gránulos o bolitas (como si de una coliflor se tratase), se nutre de leche fresca de cabra o de vaca y la hace fermentar, obteniendo esta bebida cremosa parecida al yogur batido.
Pero no todo acaba aquí, lo que hace realmente especial al kéfir es su composición. En su interior, guarda una mezcolanza compleja de bacterias (lactobacilos, leuconostococos, lactococos y acetobacterias) y levaduras (fermentadoras de la lactosa y no fermentadoras), las cuales son responsables de sus propiedades protectoras y reguladoras del sistema digestivo.

El kéfir no es un yogur

Aunque sea cremoso como el yogur y de un sabor y olor similar, el yogur se hace a partir de la fermentación de la leche, gracias al efecto de dos bacterias (Lactobacillus bulgaricus y Streptococcus termophilus), mientras que el kéfir se fermenta con una combinación diferente de bacterias, se le añaden levaduras y contiene pequeñas cantidades de CO2, alcohol y partículas aromáticas, lo que también le aporta cierta presencia de gas. Además, la apariencia del kéfir es más líquida, se distribuye en botellas y se suele tomar bebido, como si de leche se tratase.

Clases de kéfir

Existe una variedad de kéfir de agua y otra de leche. El primero, se parece a una limonada y tiene fama de ser más efectivo, en cambio, el que ha sido más extendido y comercializado es elkéfir de leche, debido a que su aspecto recuerda más al del yogur. Si buscas entre los lácteos refrigerados, podrás encontrar botellas con el denominado kéfir, incluso ahora la industria los comercializa con sabor a fresa.
Propiedades beneficiosas del kéfir
Desde el punto de vista nutricional, el kéfir nos aporta un amplio espectro de vitaminas, minerales y aminoácidos, pero lo realmente interesante es que se trata de un alimento probiótico Esto quiere decir que tiene en su composición “microorganismos vivos que, administrados en las cantidades adecuadas, aportan beneficios en la salud del organismo del que los ingiere”, según la descripción más utilizada entre la comunidad científica.
Entre los beneficios de los probióticos encontramos, principalmente, que:
  • Potencian que la microflora intestinal se mantenga equilibrada y en orden.
  • Tienen propiedades antibióticas y antifúngicas (contra los hongos).
  • Hacen que el sistema inmune sea más fuerte y esté preparado para luchar en caso de que se produzca una infección.
  • Ejercen una acción protectora contra microorganismos patógenos que entran en nuestro organismo.
  • Neutralizan las toxinas que provienen del exterior y las que produce nuestro cuerpo.
  • Nos ayudan a hacer una mejor y más rápida digestión de los macronutrientes (proteínas, grasas…) permitiendo que sean mejor asimilados por el estómago.
  • Descomponen de modo más sencillo la lactosa (azúcar de la leche), la cual a muchas personas les produce desórdenes intestinales o incluso intolerancias alimenticias.
  • Sintetizan mejor las vitaminas presentes en los alimentos.
Por todo ello, tanto el yogur, el kéfir como el miso son productos muy útiles ante épocas convulsas, ya sea el invierno, la primavera, periodos de mucho estrés, de mala alimentación, de convalecencia o enfermedad, de toma de antibióticos…, situaciones ante las cuales nuestro sistema inmune puede verse afectado. Gracias a los alimentos probióticos podremos tener un sistema digestivo más sano y eficaz y una protección adicional sobre nuestro sistema de defensas.

Contraindicaciones sobre el kéfir

Eso sí, el kéfir no es la panacea de todos nuestros problemas digestivos y un consumo excesivo puede dar como resultado la aparición de hinchazón abdominal, diarreas o gases. Tómalo con moderación y no busques resultados rápidos o inmediatos, al ser un producto natural, su efecto es suave y gradual.

Dónde encontrar kéfir y cómo consumirlo

Uno de los mayores problemas del kéfir es dar con él, y no digamos ya sus gránulos, son un gran desconocido por el público en general y todavía son pocas las empresas de alimentación que los comercializan. Aunque gracias a Internet y su gran red mundial nos será más fácil localizarlo. Eso sí, ten en cuenta algunos consejos cuando lo veas ya preparado:
  • Si quieres que su poder probiótico esté intacto, el producto debe estar refrigerado.
  • En el etiquetado debes comprobar que no haya sido pasteurizado o sometido a un proceso de esterilización muy agresivo, ya que en ese caso no quedará ni una bacteria viva.
  • Debe estar elaborado con leche fresca.

Haz tu propia cosecha de kéfir

Otra opción, sólo apta para personas pacientes, cuidadosas y hacendosas, es cultivar los nódulos del kéfir en casa. Lo primero es que no se vende en tiendas, al menos de momento, por ello, deberás contactar con gente o redes que lo distribuyan de forma particular.
Una vez lo tengas en casa, necesitarás mimarlo como si de una planta o una mascota se tratase, ya que exige cuidados diarios de preparación (su crecimiento es continuo), de ahí que tengas que ir desechando las partes malas o regalar los sobrantes nuevos.
La proporción adecuada es de “unas cuatro cucharadas soperas de gránulos de kéfir por litro de leche o agua, se vierten dentro del líquido y se dejan reposar entre 24 y 48 horas, más tiempo no es necesario, agriaría demasiado el resultado. Al de agua, se le añade además, unas cucharadas de azúcar y un poco de zumo de limón”, escribe Laura Kohan, experta en cocina, nutrición y salud alternativa, en su libro ‘Alimentos Saludables (Proyecto Natur)’.

Posibilidades en la cocina

El kéfir se puede utilizar para la elaboración de platos como pan o bizcochos, como si se tratase de un yogur, aunque eso sí, con el calor y la cocción buena parte de su contenido nutricional y de sus excelentes propiedades desaparecerán.
También puedes tomarlo solo o con azúcar, con cereales, con muesli, miel…, utilízalo de base para hacer batidos de frutas o verduras o haz crema de queso.


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